Tomás, uno de los doce discípulos…, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después los otros discípulos le dijeron:
—Hemos visto al Señor. Pero Tomás les contestó:
—Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.
Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo:
—¡Paz a ustedes!
Luego dijo a Tomás:
—Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
Tomás entonces exclamó:
—¡Mi Señor y mi Dios!
Juan 20:24-28
Aunque Jesús no había estado allí, conocía las condiciones que Tomás había mencionado para poder creer. Jesús conocía las dudas y los temores de Tomás. Amaba a Tomás tal como era y se preocupaba por él. Lo que Jesús le dijo convenció a Tomás; hizo desaparecer sus dudas y creyó.